Es mi estado normal estar en ésta casa, tranquilo, solo y desempleado de tu vida...
En mi aposento me paseo por tu cintura, no se cómo es que lo único que permanece intacto en nuestro amor son tus zapatos color turquesa, ese cuadro detestable en la sala del que tanto hablabas, pero te cuento que ahora soy yo quien habla con él.
Ahora me consuelo con compartir el café de cada mañana atándome al recuerdo de tu voz, y cuando despertaba abrazado a tu espalda, contando tus pecas, con el perfume de tu cabello, ahora somos 2, por lo menos no estoy solo, somos mi recuerdo y yo.
No se a dónde has ido ni porqué, lo cierto es que ha sido un grave error dejar a éste loco extrañándote y teniendo una vida miserable... Bien, no es tu culpa lo sé... Nadie me mandó a enamorarme de una persona que conocí siendo libre, que estando conmigo lo fue y que se ha ido para continuar con su vida. y yo... Yo sin ti, sin ti mi adorada amante, dueña de mi inspiración, circuito cerrado de mis pensamientos, musa de mi percepción...
¿Cómo hago para no ser intenso? si fuiste tú quien me dio a conocer lo que solamente en mi mente existía, fuiste tu quien hizo de mi un hombre más humano, ¡si! humano porque por primera vez sentí desvanecerme al verte marchar, por primera vez visualicé el paraíso mi amor, y lo hice entre tus labios, paseando por tu espalda, por tus caderas, por la cintura en la que me pierdo, así continúo, y así se me pasan los días hablando con tus recuerdos...
De todo lo que empecé a escribir que en realidad no recuerdo, te puedo decir, para concluir ésta carta que han sido los 35 días más tristes de mi existencia, Amelia mi vida eras demasiado perfecta para éste mundo, supongo que por eso te has marchado...
Quien te ama por siempre, Tu esposo Damián.