lunes, 23 de julio de 2018

Diario de una bailarina enferma

Empieza algo...

Día 1: Data ya de más de 4 meses, no puedo ser precisa, pero no recuerdo bien si las cosas comenzaron hace años, hace meses o hace horas. En esta crisis entre letras.
" Era un día eufórico, el éxito me elevaba a querer más y más, a tener vida y muerte entre mis manos y al final del turno, continuar, sin fuerza humana, solo continuar de ser posible hasta que sangraran mis pies"
Ese mismo día por la tarde una fuerza extraña me impide levantar mis vísceras envueltas en desasosiego de aquella cama, el espejo me refleja un rostro cansado, y la mente me grita que ya no puede más, pues no tiene ánimos de seguir gritando y el cuerpo de seguir sintiendo.
-Me recuesto, y siendo aún de día duermo profundamente, de nuevo quizás producto de las pastillas-
Al despertar, miro el reloj y seguían siendo las horas más lentas de mi vida, retorcidamente, con tobillos ensangrentados,  un pensamiento cansado me invade y trata de evitarse a sí mismo, me levanto, doblo la ropa, tiendo la cama, organizo libros, quito el polvo, y al estar dentro del closet me desvanezco, caigo valiendo nada, deshecha como caen las mariposas al quebrarse sus alas, sutilmente molesta y profundamente triste... 



-"ya no puedo más"-, 

Mi alma desconsolada grita, sin razón aparente las lágrimas no cesan y mi llanto no se escucha.

Necesitaba ayuda ya sea para morir o para vivir, pero necesitaba ayuda, era la inanidad en su máxima expresión, era la nada hecha canción disonante. era una muerte perpetua era mi danza sin ritmo...

Día 2: Sin ganas de nada muevo mis vísceras hacia la cocina, preparo el nauseabundo café, me largo al trabajo, con la cara de lástima sin gracia no se permite aquí trabajar y mucho menos con niños, devuélvase y recupérese, tal cual resfriado. 

El resto del día atenciones de reina y mi mente no se donde demonios estaba, el día 2 fue breve...

Día 3: Comienza a tener sentido a media tarde cuando empiezo a ser un poco más yo, un poco menos nadie, sin embargo la mente divaga, ya ni la música sonaba, ni el ritmo me invadía, era una mujer a medio vivir.

Día 4: No existió, solo inerte.

Día 5: Leve conversación y síntesis sobre 26 años de existencia interrogada. Referencia al psiquiatra.

Día 6: Mejora el ánimo, ya no tan ida, ya no tan torpe por fin suena algo de música una y otra vez...

Día 7: Como si nada, Ensimismada en aprender cosas, de buen humor, no la mujer  depresiva anterior, ni sombra de lo mencionado. Pero tampoco bailando.

Día 8: Las ganas de nada, la inercia absoluta que da los buenos días, el café no deseado, las ganas de no salir y de perder la cita, Consulta con el psiquiatra y receta de pastillas, llegó la hora de dormir. Se suspende el show del teatro.

Día 9: A dormir desde la mañana, tardes de ansiedad, noche de sueño profundo.

Día 10: Día estuporosa, pegada a la cama, ansiedad por las tardes, desespero, ganas de ser atleta olímpico y salir corriendo, quizás mejor de no existir, pensamiento recurrente. Sin bailes ni cantos.

Día 11: Desde las 8: 00 am mal humor, somnolienta, pasan las horas, vuelvo un poco a ser mas yo, con menos ansiedad, sin desesperación, con interrogantes, con manos inquietas, con el ímpetu salvaje de abandonar las pastillas, con chocolates y cigarrillos en la boca, aún no me apetece salir de casa.

Hoy es el día 11, no se que viene, ni a dónde voy, estos altos y bajos son tan denigrantes que me han hecho escribir una clase de diario enfermo, de no querer regresar al trabajo o de querer regresar y que todos los turnos sean míos, es mi vida sin grises. Todo lo que quedó luego de un par de crisis que fueron gotas derramadas por vasos. luego de esto ...

Aún no se que día es hoy.
 
Maricarmen Paez A. Julio 2018 


miércoles, 11 de julio de 2018

El día que decida vivir el presente.

Ya no hablaba de copas, ni de tragos ni de putas, ni de bares, ya el punto de la desmotivación había llegado a la inercia tal que se limitaba a la vida vista entre el humo que se esparce y el agua que el organismo pide por el abuso de pastillas.

Ya no pensaba en lo que había pasado ni en lo que estaba pasando, solo centrada en lo que pasaría, en la ansiedad de saber si aquellos planes sucederían, se había convertido María en un ser sin presente, con un pasado desmemoriado, con una vida ficticia detrás de la pantalla de un teléfono que esperaba quizás una llamada, quizás un mensaje o quizás que las horas pasaran un poco más rápido, que los días siguieran y que la pesadilla insensible acabara.

De esas pesadillas que no atormentan pero que agobian, de esos sueños que no se recuerdan pero causan el gran mal de cada día, del sueño profundo que lamentablemente muere con la alarma de cada día, de cada mañana con misma rutina, de un café tan repetido como deseado, del no saber el sentido de salir de casa ni el sentido de quedarse.

Quedarse centrada en lo maravilloso de las páginas de los libros, del humo que se esparce, que domina el ambiente, de las pastillas que te apagan, del agua que te llena, del recuerdo que ni menciono, por redundancia de no querer recordar.

Recordar aquellos días en los que de una burbuja pasé a otra, donde supuestamente todo era mejor que la anterior, pero no. Fue otro efecto quizás de alucionaciones propios de dejar olvidados mis vicios, de dejar olvidada la esencia.

Es querer escribir una prosa y no saber que plasmar, es creer que está terriblemente mal lo que a esta hora sucede, sin embargo en eso no se piensa, solo pienso en el viernes, en el sábado y el miércoles, pero nunca en los días que han pasado ni en el día en que me encuentro.

Me encuentro tan dopada de mi sentir que ni la cefalea constante se avecina, la depresión ni se asoma porque desde este lugar futuro que es el "No sentir" no hay cabida para esas cosas, no hay cabida para lamentos, no hay ni un mísero espacio para cuestionar hechos, solo un futuro, solo un amanecer maldito penetrado por alarmas.

Alarmas para repetir cada día de manera tal que algún día me canse y decida vivir un presente.

Maricarmen Paez A.