miércoles, 11 de julio de 2018

El día que decida vivir el presente.

Ya no hablaba de copas, ni de tragos ni de putas, ni de bares, ya el punto de la desmotivación había llegado a la inercia tal que se limitaba a la vida vista entre el humo que se esparce y el agua que el organismo pide por el abuso de pastillas.

Ya no pensaba en lo que había pasado ni en lo que estaba pasando, solo centrada en lo que pasaría, en la ansiedad de saber si aquellos planes sucederían, se había convertido María en un ser sin presente, con un pasado desmemoriado, con una vida ficticia detrás de la pantalla de un teléfono que esperaba quizás una llamada, quizás un mensaje o quizás que las horas pasaran un poco más rápido, que los días siguieran y que la pesadilla insensible acabara.

De esas pesadillas que no atormentan pero que agobian, de esos sueños que no se recuerdan pero causan el gran mal de cada día, del sueño profundo que lamentablemente muere con la alarma de cada día, de cada mañana con misma rutina, de un café tan repetido como deseado, del no saber el sentido de salir de casa ni el sentido de quedarse.

Quedarse centrada en lo maravilloso de las páginas de los libros, del humo que se esparce, que domina el ambiente, de las pastillas que te apagan, del agua que te llena, del recuerdo que ni menciono, por redundancia de no querer recordar.

Recordar aquellos días en los que de una burbuja pasé a otra, donde supuestamente todo era mejor que la anterior, pero no. Fue otro efecto quizás de alucionaciones propios de dejar olvidados mis vicios, de dejar olvidada la esencia.

Es querer escribir una prosa y no saber que plasmar, es creer que está terriblemente mal lo que a esta hora sucede, sin embargo en eso no se piensa, solo pienso en el viernes, en el sábado y el miércoles, pero nunca en los días que han pasado ni en el día en que me encuentro.

Me encuentro tan dopada de mi sentir que ni la cefalea constante se avecina, la depresión ni se asoma porque desde este lugar futuro que es el "No sentir" no hay cabida para esas cosas, no hay cabida para lamentos, no hay ni un mísero espacio para cuestionar hechos, solo un futuro, solo un amanecer maldito penetrado por alarmas.

Alarmas para repetir cada día de manera tal que algún día me canse y decida vivir un presente.

Maricarmen Paez A.

No hay comentarios:

Publicar un comentario