El vacío que deja una marcha constante hacia terrenos desconocidos.
Fue el 7 de abril del año que no me importa, cuando de nuevo tuve el mismo accidente de hace un tiempo, de nuevo se me fue la mano con el alcohol, de nuevo me puse a conducir en ese estado y la desinhibición que las elegantes copas de champaña me otorgaron trajeron como resultado...
Mi rostro desfigurado.
No soy ni la sombra de la hermosa mujer que un día fui, pues claro, vengo de la repugnancia de aceptar ser humillada.
Ese mismo 7 de abril abrí la puerta de la oficina y lo que mis ojos vislumbran bastó para dejarme inconforme con mi existencia por quizás un par de año.
Seguimos en los mismos deseos pueriles, repetidos, saciar el sexo, distintas mujeres, crear desconfianza. Me faltaba mucho amor propio ese día. Me faltaba un poquito de vida.
Di media vuelta y con más tristeza que rabia me subí al carro en busca del primer bar que me empujara al abismo de la inanidad. Los bares llenos de personas, con más odio que bríos no pude enfrentar el hecho de tener compañia.
Recuerdo que en casa aun quedaba la botella de champaña de nuestro aniversario, la que nunca destapamos, lo que nunca celebramos. Tu exceso de excusas y mi falta de apoyo.
Me bebí esa botella sin más, el nudo en mi garganta no disminuía, y lo juro por dios si es que existe que solo quería desaparecerme. Increíble como una misma persona te eleva del cielo a la tierra, o mejor dicho; directo al infierno.
En mi estado de ebriedad habría anhelado un coma etílico, me habría simplificado la desgracia de seguir recordando. ¡Malditos días!
El impacto en mi cabeza prácticamente no dolió, saboreaba mi propia sangre y sentía como mi rostro se desprendía. Como colgaban pedazos de aquello que tantos elogios recibió. Me empezaba a ver como me sentía, sin rostro, desfigurada y vacía.
Al cerrar mis ojos el tiempo paso sin darme cuenta, habían sido 7 días sumida en la nada, con un tubo en mi garganta, sin nada a que amar.
Nada más triste que la mujer que no ama.
Nada más horrorifico que verte como te sientes. Desfigurada.
Maricarmen Paez
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